Reviewed by Francisco Javier González García, Universidad de Santiago de Compostela (franciscojavier.gonzalez@usc.es)
Paola Angeli Bernardini, Profesora Emérita de literatura griega en la Universidad de Urbino, especialista en deporte griego antiguo 1, editora y estudiosa de la poesía de Píndaro 2, nos ofrece, en esta obra, un estudio de las afinidades entre guerra y deporte en la Grecia arcaica y clásica a través de las semejanzas y diferencias entre las experiencias del combate bélico y del enfrentamiento deportivo. Esta comparación sistemática entre agón deportivo y guerra se centra sobre todo en los aspectos ideológicos y políticos, adoptando así una perspectiva antropológica, planteamiento que supone su principal novedad. Concebido como un ensayo histórico dirigido al gran público, el libro, pese a la escasa novedad de su hipótesis básica para el especialista, resulta interesante, además de bien documentado. En sus cinco capítulos se desgranan los argumentos que permiten realizar la identificación, sorprendente para los estándares culturales actuales, entre guerra y deporte. La obra, de lectura sencilla y agradable en parte porque ofrece traducidas las citas literarias antiguas y una reducida cantidad de notas y referencias bibliográficas, cuenta también con un pequeño apéndice gráfico, una extensa, que no exhaustiva, bibliografía y dos índices: onomástico y temático. En el primer capítulo se presentan los elementos que posibilitan la comparación entre el guerrero, el atleta y sus ámbitos respectivos, delimitando, al tiempo, el marco cronológico general de la investigación entre los siglos IX y VI/V a. C. Entre esos elementos de afinidad se destaca, en primer lugar, el carácter agonal de la guerra helénica, retomando así una antigua idea de la historiografía francesa y criticando recientes hipótesis que defienden su carácter de invención moderna ajena a la realidad griega. Esta similitud ya sería evidente desde la épica homérica, cuyos héroes, los mismos que pelean ante Troya, se enfrentan entre sí, con un ímpetu equiparable al manifestado en combate, en los juegos funerarios de Patroclo del canto XXIII de la Ilíada. El capítulo apunta, además, otros parecidos entre guerra y deporte que se tratarán con más detalle a lo largo de la obra: su carácter como actividades regidas por normas y restricciones, el valor que la victoria, bélica o deportiva, tenía como honra para la patria, la identidad en las formas de celebración pública que las ciudades griegas dedicaban a sus vencedores en el campo de batalla o en el estadio, etc. También se señalan, no obstante, las notables diferencias entre ambas actividades: mientras que el combate bélico era una lucha por la vida, en el enfrentamiento deportivo, al estar prohibida la muerte, solo se combatía por un premio; mientras la acción bélica siempre es colectiva, de aspecto individual es el deporte griego, que nunca conoció las competiciones por equipos; por último, el enfrentamiento deportivo tiene carácter de espectáculo, rasgo impensable en el caso de la guerra. Son divergencias que, sin embargo, se atenúan en antiguas formas de enfrentamiento bélico como la monomachia, acción individual desarrollada ante público cuya finalidad era la muerte del contrario. Afinidad entre guerra y deporte también se manifiesta en el origen castrense de algunas pruebas atléticas como las carreras de corredores armados, ya a pie, en carro o, como el apobatês, combinando ambas. El capítulo segundo estudia el aspecto agonal de la victoria y la derrota, tanto militar como deportiva. Este análisis, para el caso del enfrentamiento bélico, se centra en el carácter del triunfo como hecho colectivo, tanto para el ejército vencedor como para la comunidad ciudadana a la que representa. Se estudian los mecanismos de conmemoración como el canto del poeta, las celebraciones religiosas y festejos públicos, los monumentos, etc. que, alabando a los ciudadanos distinguidos en el combate, glorificaban en realidad a la ciudad. El éxito deportivo, por su carácter individual, implicaba grandes ventajas sociales, económicas o políticas para el atleta, al mismo tiempo que tenía un enorme impacto en su ciudad de origen. El vencedor deportivo recibía homenajes similares a los del ejército victorioso: composiciones poéticas, desde aquellas más sencillas e inmediatas a la victoria hasta los complejos epinicios que meses después festejaban y mantenían viva la hazaña, así como monumentos, estatuas, celebraciones cívicas, etc. Entre todas estas formas de conmemoración destaca la poesía como mecanismo de concesión de gloria al guerrero y, por extensión, al atleta—característica heredada de la cultura oral griega, cuyo ejemplo supremo son los poemas homéricos, que, pese al desarrollo de la escritura, pervivió junto a otros procedimientos como las inscripciones públicas que recordaban las victorias, bélicas o deportivas, y las carreras de grandes militares o atletas. Frente a este deseo de visibilidad y exaltación de la victoria, la derrota, tanto en la guerra como en el deporte, debía en cambio ser olvidada lo antes posible. Los vencidos, soldados o atletas, no gozaban de un alegre regreso al hogar, pues la derrota se consideraba una vergüenza, un deshonor que afectaba a toda la comunidad. Pese a su alta consideración, la victoria no se podía obtener a cualquier precio. En la guerra y en el deporte existían normas que debían ser respetadas para evitar la barbarie o la violencia excesiva: medidas que prohíben determinados comportamientos en el combate bélico (el ensañamiento con los cadáveres, la limitación de la persecución del derrotado, el establecimiento del rescate de prisioneros, la restitución de los cadáveres, etc.) o las normas que componen los reglamentos de las distintas modalidades deportivas. El capítulo tercero profundiza en las relaciones entre guerra, competición deportiva y poesía, presentando una panorámica diacrónica que abarca desde Homero hasta la tragedia, pasando por las otras formas épicas, la poesía elegíaca, la lírica, con especial atención a Alceo, la poesía simposíaca y, sobre todo, Simónides, Píndaro y Baquílides, los grandes maestros de la lírica coral, orientados prioritariamente a cantar la victoria deportiva. En el capítulo cuarto se estudian algunos aspectos prototípicos del guerrero, el atleta y sus respectivas actividades, como las características físicas y morales que los definen, fruto del entrenamiento frecuente y del respeto por un mismo código de valores, aristocrático, agonístico e individualista que en el ámbito bélico y como consecuencia de la aparición del combate hoplita fue adoptando, con el paso del tiempo, un aspecto más colectivo. Guerra y deporte conservaron, aún así, múltiples aspectos comunes como el uso de la música y del aulós para el adiestramiento bélico, las maniobras de combate y el entrenamiento deportivo. Algunos premios deportivos como el escudo de bronce, principal elemento de la panoplia del hoplita, que recibía el vencedor de la competición celebrada en Argos cada cuatro años en honor de Hera, ofrecen también otro buen ejemplo de esta estrecha relación. Esta recompensa no solo se explica por su gran valor material sino por el deseo de reconocer la continuidad entre quien sostenía el hóplon para defenderse a sí mismo y a sus compañeros y quien lo portaba en las carreras o combates que formaban el concurso deportivo. En esta misma línea también se analiza la figura de Heracles como prototipo del héroe agonal en su vertiente bélica y atlética, encarnación de las cualidades físicas y morales del guerrero y del deportista y modelo imitado por famosos atletas helenos como Milón de Crotona o Teágenes de Taso. El capítulo quinto profundiza en las relaciones entre guerra, deporte y ciudad-estado. El ciudadano, en la pólis, tenía que participar en la vida pública, tanto a nivel político y social como militar y deportivo. Guerra y competición eran, así, obligaciones políticas, la primera extensible a todo ciudadano varón capaz de portar armas y formar parte del ejército, la segunda solo para aquél físicamente dotado. Ambas compartían una misma ideología que, entre otras cosas, obligaba tanto al hoplita como al atleta a resistir los ataques, no abandonar las armas ni el recinto de competición, demostrar sophrosyne, saber hacer uso de la métis y aspirar al honor y a la victoria. Pesa a esta obligatoriedad cívica, el capítulo también muestra cómo, desde el siglo IV a.C., las ciudades-estado no dudaron en dejar en manos de soldados mercenarios y atletas profesionales su defensa y su representación en las competiciones deportivas. También se revisan otros aspectos como las formas griegas de intermediación, alternativas no violentas para la actividad bélica estrechamente relacionadas con el arbitraje deportivo; la valoración que, desde época arcaica, se concedió a los períodos de guerra y de paz o los ejemplos de participación femenina en la actividad bélica. Se ofrece una presentación de las características de las distintas competiciones deportivas griegas, desde los cuatro grandes juegos panhelénicos (Olímpicos, Píticos, Ístmicos y Nemeos) hasta esa constelación de competiciones deportivas locales que, a modo de réplicas de las cuatro grandes, utilizaban las ciudades-estado griegas para honrar a dioses, héroes, famosos generales o atletas locales y destacados acontecimientos bélicos. Celebraciones deportivas se desarrollaban en santuarios, conjuntamente con sacrificios, distintos tipos de rituales, plegarias, etc. que manifiestan claramente su carácter religioso. Concurso deportivo, celebración religiosa y actividad política estaban, en la antigua Grecia, estrechamente conectadas: durante el desarrollo de los juegos, las sedes de estas competiciones se convertían en lugares privilegiados para las relaciones entre grupos aristocráticos de distinta procedencia, favoreciendo el establecimiento de tratados de paz, nuevos acuerdos y alianzas políticas, etc. El capítulo se cierra con una aproximación a las relaciones que mantuvieron la guerra y el deporte con el poder, evidentes en el primer caso y que, en el segundo, se manifiestan a través del uso que, con frecuencia, se hizo del prestigio otorgado por las victorias deportivas como apoyo para alcanzar el poder o lograr determinadas aspiraciones políticas y cuyo mejor ejemplo quizás lo ofrezca la utilización política por Alcibíades de sus victorias ecuestres en Olimpia. Entre las deficiencias de la obra merece señalar, sobre todo, algunas carencias bibliográficas básicas para algunos de los temas tratados en sus páginas. Así, por ejemplo, se echan en falta: la monografía de Jesper Svenbro 3 al hablar sobre el papel de la escritura y la lectura como fuente de recuerdo; estudios imprescindibles, como los de James M. Redfield4 o Seith L. Schein,5 para explicar la relación entre gloria heroica y poesía homérica; los trabajos de Jean-Pierre Vernant 6 en aquellas ocasiones en que se habla sobre el cuerpo, su cuidado y hermosura, la buena forma física o el respeto por el cadáver del enemigo; la obra que Nicole Loraux 7 dedicó a la oración fúnebre en Atenas o que, a la hora de hablar sobre la guerra homérica, en lugar del importante libro de Hans van Wees 7 se cite, de forma incompleta, un trabajo menor del mismo autor.8
Notes:
1. En tanto que editora de Lo Sport in Grecia, Laterza, Roma-Bari, 1988.
2. Co-editora y co-traductora de Píndaro, junto con Bruno Gentile, Ettore Cingano y Pietro Giannini: Pindaro Le Pitiche, Fondazione Lorenzo Valla - Arnoldo Mondadori Editore, Milan, 1995, y autora de Mito e attualità nelle odi di Pindaro. La Nemea 4, l'Olimpica 9, l'Olimpica 7, Edizioni dell'Ateneo, Roma, 1983.
3. Phrasikleia. Anthropologie de la lectura en Gréce ancienne, La Découverte, París, 1988.
4. Nature and culture in the Iliad. The tragedy of Hector, The University of Chicago Press, Chicago, 1978.
5. The mortal hero. An introduction to Homer's Iliad. University of California Press, Berkeley, 1984.
5. L'individu, la mort, l'amour. Soi-même et l'autre en Grèce ancienne, Gallimard, París, 1989.
6. Nicole Loraux, L'invention d'Athènes. Histoire de l'oraison funèbre dans la "cité classique", Mouton, París, 1981.
7. Status Warriors. War, Violence and Society in Homer and History, J.C. Gieben Publisher, Amsterdam, 1992.
8. "The Homeric way of war. The Iliad and the Hoplite Phalanx (I) and (II)", en Greece & Rome, 41/1 y 2, 1994, pp. 1-18 y 131-155, del que, en el libro, solo se cita su primera parte.
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