Reviewed by Fernando Notario Pacheco, Universidad Complutense de Madrid (fernotar@pdi.ucm.es)
El tema de la alimentación en el mundo antiguo es uno de los que presenta una mayor efervescencia en el ambiente de los estudios clásicos. Desde que Jean Pierre Vernant y Marcel Detienne publicaran en 1979 el capital libro colectivo La cuisine du sacrifice en pays grec, los estudios acerca de las relaciones simbólicas y materiales que se establecen entre las sociedades griegas y sus sistemas alimenticios no han hecho sino crecer de manera exponencial. Monografías como la de Peter Garnsey (Famine and food supply in the Graeco-Roman world, 1988) o la de Pauline Schmitt Pantel (La cité au banquet: histoire des repas publics dans les cités grecques, 1992) y libros colectivos, resultado de congresos y reuniones científicas de alto nivel, como el editado por Oswyn Murray (Sympotica. A symposium on the symposion, 1990) o el de John Wilkins, David Harvey y Mike Dobson (Food in Antiquity, 1995), han ayudado de manera cada vez más destacada a comprender la complejidad del problema de los sistemas alimenticios y de las prácticas sociales relacionadas con ellos en el mundo griego (un breve resumen de la historiografía hasta comienzos de este siglo puede consultarse en el artículo de Oswyn Murray "Sympoica – twenty years on", Pallas, 61, 13-21). Dada esta coyuntura, la aparición de obras de carácter sintético resulta siempre bien acogida por parte de la investigación, sea bajo la forma de libro de referencias (María José García Soler, El arte de comer en la Antigua Grecia, 2001), diccionarios (Andrew Dalby, Food in the Ancient World, from A to Z, 2003) o libros más pensados como manuales introductorios (John Wilkins; Sauhn Hill, Food in the Ancient World, 2006). El presente trabajo de Janick Auberger se inserta en esta tendencia a realizar obras sintéticas y comprensivas para un público tanto especializado como general. Auberger, profesora de historia antigua de la universidad de Quebec en Montreal, elabora un libro muy interesante y sumamente válido como introducción a la problemática de los sistemas alimenticios en el mundo griego. Su trabajo se encuentra dividido en tres grandes apartados, no especificados como tal en el índice (incluido al final de la reseña): una introducción general, una presentación de los principales grupos de alimentos consumidos por los griegos y un análisis del modo en que la alimentación se relaciona con diferentes particularidades socioculturales del mundo griego antiguo. Iremos estudiándolas una a una. La introducción general (pp. 1-16) aborda ciertas reflexiones acerca del carácter general del trabajo, sus límites, sus objetivos y algunos problemas de orden teórico-metodológico que afectan al conjunto de la investigación, como son la fuerza de los paradigmas de representación ideológica de la alimentación (promovidos desde diversos ambientes intelectuales, como los relacionados con la medicina, la filosofía o la geografía) o el sesgo social de la documentación. Esta manera de empezar el libro nos deja entrever desde el principio que a su autora no le interesa realizar una obra meramente expositiva acerca de la comida de los antiguos griegos, sino que se preocupa activamente por presentar la problemática de la investigación actual, algo que siempre es de agradecer en una obra que se plantea como una introducción al estudio de esta materia. Al reconocer, por otra parte, los límites de la obra y la deuda que guarda con los trabajos de estudiosos anteriores, a los que se refiere con una notable deferencia y respeto, la profesora Auberger da muestras de una honradez académica e intelectual ciertamente apreciable. La segunda parte del libro es la más extensa de todas, y abarca múltiples capítulos (cap. 1-8; pp. 17-166). En ella se aborda lo que podríamos denominar el inventario alimenticio de los griegos, desde los cereales a los edulcorantes, pasando por la carne de los animales sacrificados o los condimentos y potenciadores del sabor. No creo que sea necesario hacer una presentación de los contenidos de todos los capítulos, pero considero interesante hacer una serie de indicaciones acerca de los que han despertado un mayor interés a este lector. En primer lugar, el capítulo 1, "Les composantes de la tríade" (pp. 17-58), donde la autora reflexiona acerca de la importancia material y simbólica de los elementos de la denominada "tríada mediterránea" en la dieta de los griegos de época clásica. El aceite de oliva, los cereales y el vino son presentados como elementos de gran importancia para ellos, pero no sólo desde el punto de vista económico-productivo, sino también como principio identitario frente a otras poblaciones. El caso del aceite de oliva, mucho menos consumido de lo que en principio podría suponerse, es un llamativo ejemplo del modo en que el peso simbólico de un alimento resulta más importante, en perspectiva histórica, por sus significados simbólicos que por su consumo social. Profundamente interesante resulta también la lectura del capítulo cuarto (pp. 97-120), dedicado al análisis de los productos lácteos, frecuentemente tachado como de irrelevante por parte de los estudiosos del mundo griego que siguen en ello las imágenes creadas por los autores clásicos. En este capítulo, la profesora Auberger se preocupa por analizar los complejos significados sociales y culturales que rodean a los productos lácteos en el mundo griego, para lo cual acude a estudios antropológicos que se han ocupado de este mismo problema en otras sociedades. La leche, el primer alimento que prueban los labios humanos desde que somos unos recién nacidos, tiene muchos significados simbólicos asociados a la transmisión de la identidad familiar y la nobleza de la estirpe, pero al mismo tiempo es vista como un alimento digno de seres poco cultivados, los bárbaros, que como los niños, no se han integrado todavía en la vida civilizada de los agricultores. El análisis de los usos medicinales de la leche nos demuestra, por otra parte, hasta qué punto las prácticas médicas se encuentran condicionadas por el contexto sociocultural en el que estas se producen, como en el caso del régimen de las nodrizas (pp. 107-108) mientras que su utilización en los ritos religiosos nos recuerdan de qué modo los valores simbólicos de este alimento, asociado a la pureza y a la vitalidad, pueden expresarse o reflejarse en la propia estructura ritual de la sociedad (pág. 110). Finalmente, considero llamativo el modo en que la autora reflexiona sobre el posible consumo de cerveza en el capítulo dedicado a las bebidas (cap. 7, pp. 149-156; especialmente pp. 152 y sigs.). Auberger se pregunta hasta qué punto podría ser que las fuentes literarias, que presentan una imagen habitualmente distorsionada o, al menos, limitada de las realidades sociales, ocultan un consumo más generalizado de bebidas alcohólicas a partir de la fermentación de productos cereales por parte de las mujeres. Su postura, aunque sumamente interesante, no deja de ser ciertamente arriesgada, y ella misma concede que se tratan más de hipótesis de cara al futuro que de opiniones seguras. La tercera parte del estudio está dedicado a las relaciones que se establecen entre el alimento, los grupos sociales, la religiosidad y diversos aspectos de la cultura griega (capítulos 9-11; pp. 167-226). El capítulo noveno se encuentra dedicado a los vínculos entre las prácticas alimenticias y la socialización a diversos niveles: la familia, el banquete simpótico y los banquetes comunitarios de la polis (pp. 167-198). En general, en este apartado Auberger muestra un gran interés por estudiar las formas en las que la ideología isonómica imperante en muchas facetas del mundo griego clásico influye en la organización de la comensalidad, tanto privada como pública. En el décimo capítulo se aborda uno de los aspectos que ha despertado un mayor interés entre los estudiosos acerca de la alimentación en el mundo griego: su relación con la religiosidad (pp. 199-209). En él, la autora se preocupa no sólo por la estructura simbólica y material de los sacrificios sangrantes, sino también por las festividades en honor de la diosa de los alimentos, Deméter, y por las inversiones alimenticias que encontramos en ciertas sectas y corrientes filosóficas que se encuentran en los márgenes de la religiosidad de la polis griega, como el vegetarianismo de los pitagóricos o la omofagia dionisíaca. En el decimoprimero (y último) capítulo, se destacan, siguiendo un conocido aforismo de Claude Lévi-Strauss, los lazos que vinculan la alimentación con diversos discursos culturales, como son el propio de la filosofía, el de la medicina y, especialmente, el de la alteridad (pp. 211-226). En este último caso, de nuevo vuelve a ponerse de manifiesto la importancia simbólica de la leche como alimento vehiculador de las nociones de barbarie y civilización, así como su relación con las ideas de la pureza y la inocencia de los valores de una Edad de Oro perdida y que ya sólo puede encontrarse en algunas poblaciones bárbaras situadas entre el plano de la humanidad, de la bestialidad y la divinidad. El libro se cierra con una breve conclusión en la que se subraya ante todo el complejo papel que juega la ideología de las sociedades griegas a la hora de influenciar las prácticas alimenticias (pp. 227-229). La bibliografía se encuentra dividida en dos grandes apartados: las obras antiguas, en el que se recogen las abreviaturas que se han ido utilizando a lo largo del estudio, y las obras modernas, que se encuentran a su vez divididas en libros colectivos y en monografías y artículos (pp. 231-242). La bibliografía es actual y da una idea muy completa del panorama actual de estudios y trabajos relacionados con las prácticas alimenticias en el mundo griego. En general, la obra de Auberger es una muy buena introducción a la problemática, accesible tanto a estudiosos del mundo griego que quieran tener un acercamiento a la problemática de la alimentación como al público general. Si por algo destaca este libro es por el empeño que pone la autora en reflexionar sobre los problemas teóricos y metodológicos del estudio de la comida en el mundo griego, expresado sobre todo en los límites sociales de la documentación disponible y en el importante peso del imaginario social a la hora de estudiar las realidades de la alimentación clásica. Índice: Introduction: Pag. 1 Chapitre 1. Les composantes de la triade: Pag.17 Chapitre 2. Viandes domestiques et sauvages : Pag. 59 Chapitre 3. Les poissons et les fruits de mer : Pag. 83 Chapitre 4. Les produits laitiers : Pag. 97 Chapitre 5. Les légumes et les fruits : Pag. 121 Chapitre 6. Les condiments : Pag. 135 Chapitre 7. Boissons diverses, vinaigres et autres piquettes : Pag. 149 Chapitre 8. Sucreries et douceurs : Pag. 157 Chapitre 9. Les pratiques alimentaires et les contraintes sociales : Pag. 167 Chapitre 10. Les contraintes religieuses : le rapport au divin : Pag. 199 Chapitre 11. La nourriture « bonne à penser » : Pag. 211 Conclusion : Pag. 227 Bibliographie : Pag. 231
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